El japonés escrito
La escritura china llegó como consecuencia de la intensificación de la influencia de la cultura china en las islas japonesas, sobre todo a partir de las relaciones diplomáticas que establecieron la Dinastía Han china con los Yamato, gobernadores de Japón. Con la escritura se introdujeron otros cambios importantes, como la llegada del budismo, que pronto derivaría en una interpretación propia, el zen, o nuevas formas de gobierno. La influencia del chino fue muy importante, hasta el punto de que en torno al 40 % de las palabras japonesas actuales tienen su origen en adaptaciones del chino. Los primeros libros en japonés escrito, con caracteres chinos, fueron el Kojiki y el Nihon Shoki, que son conjuntos de crónicas y leyendas japonesas.
El modelo chino, donde cada símbolo se corresponde con una palabra, se conoce como Kanji. Poder plasmar el japonés oral, continente de todas sus tradiciones y narraciones, supuso un indudable avance para la cultura japonesa; pero lo cierto es que la escritura china también planteó, desde el principio, serios problemas para adaptarse a un idioma tan diferente como el japonés. Las incompatibilidades se hacían especialmente profundas en la acentuación, la estructura silábica y en las grandes diferencias gramaticales de dos lenguas que, como veremos, no tienen una familia común. La progresiva adaptación de la escritura china fue relativamente rápida. Ya en el siglo VII, Monjes budistas, la nueva religión importada junto con la escritura, se encargaron de crear un sistema fonético que derivó en los silabarios japoneses o Kana, donde cada símbolo representa una sílaba: la adaptación dio lugar a la escritura katakana, que sería muy importante para incorporar los neologismos que llegarían con portugueses y holandeses primero, e ingleses después.
Avenida del barrio de Aoyama, Tokio
Un siglo más tarde de las primeras adaptaciones del Kanji, las mujeres del tribunal de Heinan en Kyoto desarrollaron el hiragana, con la intención de realizar una expresión escrita artística: fue la escritura de la poesía y de las novelas. Quedaron de este modo establecidas tres formas diferentes de escribir el japonés: una ideográfica, el Kanji, y dos fonéticas. Las tres formas conviven en el Japón actual, en general con funciones diferenciadas. Dentro de las fonéticas, el katakana se emplea para las palabras procedentes de otros idiomas, palabras enfáticas y todo lo relativo a la fauna y la flora, mientras que el hiragana es el que primero se aprende en la escuela. En lo que se refiere a la evolución de la lengua, podemos realizar una división en cuatro etapas: el japonés antiguo, el japonés medio y el japonés moderno. El primer estadio, el japonés antiguo, abarca el siglo VIII. Nos encontramos con las primeras tablillas y los primeros textos largos, como el Kojiki, que mencionamos más arriba. Se trata de un japonés que posee diferencias fonéticas con lo que será la evolución posterior del idioma.
El siguiente paso, el japonés medio, se divide a su vez en dos etapas: temprana y tardía. En la etapa temprana, hasta finales del siglo XII, aparecen el hiragana y el katakana. Durante el tardío, que dura hasta el siglo XVI, evoluciona hacia lo que será el japonés moderno, que abarca desde el siglo XVII hasta nuestros días. Uno de los cambios que más podemos destacar durante la evolución del idioma es la reducción del número de vocales, de las ocho originarias a las cinco actuales. Si bien nos resulta sencillo trazar un rápido esbozo del recorrido del japonés en la historia, no lo es tanto establecer los orígenes del idioma japonés. De hecho, hasta el momento está catalogada como una lengua aislada, lo que quiere decir que no hemos podido relacionar con total certidumbre al japonés con otras lenguas, salvo las lenguas ryukyuenses, también de origen japónico, que se hablan en las islas meridionales del archipiélago japonés. La mayor discusión en torno a la historia del idioma japonés transcurre, por lo tanto, en la determinación de su filiación.
Una lengua aislada
Lengua aislada es aquella que no pertenece a ninguna familia de lenguas, es decir, que no está emparentada con otras a través de una lengua común más antigua, como es el caso de las lenguas indoeuropeas, sinotibetanas o altaicas. El vasco, por ejemplo, se trata de una lengua aislada. Es importante tener en cuenta que la clasificación de aislada no implica que se trate de minoritaria, y el japonés nos puede servir de ejemplo en este sentido.
Balizas de pescado - barrio de Aoyama, Tokio
¿Lengua altaica? El japonés contiene rasgos que lo asemejan con idiomas de la familia altaica como el coreano, el mongol o el tunguso. Estos rasgos consisten en tratarse de lenguas aglutinantes, es decir, que se forman añadiendo al radical sufijos y afijos. Es una característica que comparte con el turco, otra lengua cuyo origen está en Asia Central. Esta semejanza es la que llevó al posible entroncamiento del japonés con la familia de lenguas altaicas, que abarcan un ámbito geográfico que se extiende desde Asia Central hasta Siberia Particularmente interesante resulta la semejanza con el coreano, en concreto el redondeamiento vocálico, la ausencia de conjunciones y, sobre todo, el sistema de honoríficos, que consiste en formas verbales y construcciones gramaticales que jerarquizan la relación entre hablante y oyente, así como el nivel de respeto por el interlocutor. También existen similitudes gramaticales e incluso traducciones directas de palabras entre ambos idiomas. En cambio, el estudio del coreano y del japonés antiguo revela diferencias mucho mayores, lo que lleva a especialistas como Alexander Vovin a señalar que el proceso entre el coreano y el japonés no fue la divergencia desde una lengua común, sino la aproximación entre dos lenguas vecinas, pero con orígenes diferentes. Otra dificultad para relacionar a estas lenguas en un tronco común es la ausencia de alguna prueba documental que las relacione de forma inequívoca. Además, las pronunciaciones son muy diferentes, y ambas lenguas son completamente incomprensibles entre sí.
¿Lengua drávida?
Las lenguas drávidas se localizan en el sur de la India y en la isla de Ceilán, sin relación demostrada con otra familia lingüística, aunque con semejanzas con las lenguas altaicas y urálicas. La posible conexión del japonés con las lenguas dravídicas se establece, en primer lugar, por la consideración de que las islas japonesas no solo fueron influenciadas desde Corea y el Asia Central, sino que también recibieron migraciones desde el sur. La entrada de estas migraciones pudo haberse realizado a través de las islas Ryukyu, las más meridionales del archipiélago japonés. Esta influencia en el idioma desde la Polinesia se percibe en las vocales dominantes y en el uso de la repetición para formar el plural. La teoría de la influencia de las lenguas dravídicas había sido desarrollada por Susumu Ohno. Este lingüista establecía una influencia tamil, que se trata de una lengua con más de 70 millones de hablantes en la isla de Ceilán. La influencia tamil coincidiría con la llegada de las plantaciones de arroz al suelo japonés, hace unos dos mil años.
Ohno habría identificado una serie de palabras que tendrían su origen en el idioma tamil, y que llegaron al japonés antes de que este adquiriese la escritura de los chinos, como vimos más arriba. Se trata de palabras como nikoniko (sonriente), kanashii (triste) o tanoshii (satisfecho); o algunos colores y verbos como hanasu (hablar) y iu (decir). También encontró argumentos gramaticales para defender esta teoría, como la ausencia de pronombres y la similar rítmica en ambos idiomas. Ohno también establece coincidencias en ciertas tradiciones que se darían de forma semejante tanto en Japón como en zonas del sur de la India. Se refiere a tradiciones o rituales como el cortejo de una mujer durante tres días, y que culmina con la mujer ofreciendo arroz en señal de aceptación, tal y como se relata en la Novela de Genji, obra clásica de la literatura japonesa que data del siglo XI.
En definitiva, la controversia sobre la filiación del japonés dista de estar resuelta. A falta de pruebas documentales que avalen alguna de las teorías que hemos visto, por el momento parece que el idioma japonés puede seguir calificándose como una lengua aislada. Y mientras las investigaciones y debates continúan, el japonés vivo tiene una destacada impronta tanto en la cultura como en el mundo de los negocios, con nombres de primera fila en la literatura y en el cine universal, así como empresas que se posicionan entre las más importantes del mundo.