La situación lingüística del continente africano es especialmente compleja, puesto que la convivencia no solo se da entre las lenguas autóctonas y regionales, sino que las lenguas europeas todavía tienen una gran presencia en la mayoría de los países del continente. Esto es una consecuencia inevitable del colonialismo, que configura un panorama particular y distinto del de Occidente.
Las relaciones entre las diferentes lenguas y sus comunidades de habla de todo el continente son extremadamente complicadas. Hay que poner especial atención en cómo esto afecta a las posibilidades comunicativas y económicas de las minorías que pueblan toda África, además de las terribles consecuencias culturales y humanas de la muerte y extinción de las lenguas más arrinconadas.
Resulta fundamental esbozar cómo se distribuyen los principales idiomas de África para abordar la situación, atendiendo a distintos criterios: su oficialidad y reconocimiento por parte de los gobiernos de los distintos estados del continente y su posible estatus de lengua en vías de extinción, además de cómo se relaciona cada una con los otros idiomas de su entorno, con los que puede compartir comunidad e, incluso, usos.
En lo que se refiere a las lenguas con carácter oficial en el continente africano, es muy importante que distingamos dos casos. En un primer lugar se encuentran las lenguas que están reconocidas como oficiales por los gobiernos de los distintos estados de África. Estas lenguas son las propias de la documentación oficial y para las cuales existe una legislación específica que las incluye en la educación.
Por otra parte, existen las llamadas lenguas nacionales. Se trata de aquellas cuya existencia está reconocida por las instituciones y, aunque no son tratadas como las lenguas oficiales, son idiomas que pueden aparecer en la legislación y la educación del país que las reconoce como propias de sus habitantes. Su uso se promueve y protege desde las esferas gubernamentales.
La lengua portuguesa pertenece a la familia de las lenguas romances y llegó a África a través de la colonización portuguesa de distintas áreas del continente en el siglo XV. Un total de seis países cuentan con el portugués como lengua oficial, en muy distintas circunstancias.
Uno de los extremos lo protagonizan Angola, Cabo Verde, Guinea-Bisáu y Santo Tomé y Príncipe. En estos lugares este idioma no solo tiene carácter oficial, sino que además es la lengua nativa con más hablantes en el total de la población. Angola, particularmente, cuenta con veinte millones de hablantes nativos de portugués, lo que la sitúa como la tercera mayor comunidad lusófona, por detrás de Brasil y Portugal.
En el otro lado de la balanza se encuentran Mozambique y Guinea Ecuatorial, países donde el portugués es lengua oficial, pero la población no es lusófona en su mayoría. De hecho, en Guinea Ecuatorial apenas hay unos 20 000 hablantes de portugués.
El inglés es un idioma indoeuropeo que, al igual que el portugués, tiene presencia en el continente africano debido a la época colonial. No obstante, al contrario que esta lengua, muy pocos son los hablantes nativos de inglés en África.
La lengua inglesa no es lengua mayoritaria en ninguno de los países africanos en los que es oficial. A pesar de esto, en muchos de estos estados es la lengua principal de la educación. Ejemplos son Ghana, Ruanda, Uganda o Suazilandia. En muchos casos es la principal lengua del Gobierno, como en Sudán del Sur o Sudáfrica, aunque muchas naciones se están deshaciendo poco a poco del lazo colonial y cada vez se utiliza menos el inglés como lengua institucional (el caso de Tanzania). Nigeria, Liberia y Kenia son ejemplos de estados que utilizan el inglés como lengua franca debido a que la diversidad lingüística es muy amplia y las lenguas regionales pueden diferenciarse mucho entre sí.
Otros lugares en los que el inglés es lengua oficial son Botsuana, Camerún, Gambia, Lesoto, Malaui, Namibia, Seychelles, Sierra Leona, Zambia y Zimbabue. El caso de Madagascar es cuestionable, ya que un referéndum quitó la oficialidad al inglés, aunque esto no se ha ratificado en las acciones políticas del país. Al contrario, algunas naciones han añadido el inglés en su constitución muy recientemente, como Sudán, país en el que esta lengua es oficial desde 2005.
La tercera lengua traída con la colonización del continente es el francés. Como el portugués, esta lengua pertenece a la familia romance y es de filiación indoeuropea. El francés no es lengua mayoritaria en prácticamente ninguno de los países en los que es oficial, cosa similar a lo que ocurre con el inglés.
No obstante, las distintas políticas lingüísticas de estas dos potencias han tenido consecuencias distintas. Por ello, el francés está más asentado en la educación de los estados en los que es oficial y se usa de forma más regular en la administración que el inglés. Ejemplos de esta situación son Benín, Burkina Faso, Burundi, Chad, Comoras, Guinea, Madagascar, Malí, Níger, República Centroafricana, República del Congo, Ruanda, Senegal, Togo y Yibuti. Algunas excepciones a esta situación son las Seychelles, donde la mitad de la población habla francés, o Gabón, donde este idioma se usa mucho en la capital.
En Costa de Marfil y en la República Democrática del Congo el francés tiene un uso particular, ya que funciona como lengua franca entre la enorme diversidad lingüística. Casos más peculiares son Guinea Ecuatorial, que no hizo del francés su lengua oficial hasta 1998, o Camerún, que no fue colonia francesa, sino alemana.
La lengua árabe tiene una situación muy distinta a la de los idiomas anteriores. En su caso, su expansión desde el Oriente Próximo hasta la costa oeste del continente está motivada, entre otros, por motivos religiosos, ya que es paralela a la expansión del islam en África. De hecho, algunos países que cuentan con el árabe entre sus lenguas oficiales tienen este idioma como propio de la religión, aunque no sea mayoritario (Comoras, Yibuti). En el resto de países, el idioma árabe es el mayoritario de la población.
Aunque la lengua oficial sea el árabe estándar, en cada país se habla mayoritariamente el dialecto propio de la zona, que puede diferir entre regiones de forma notable. Son los casos de Argelia, Egipto, Libia, Marruecos, Mauritania, Sudán y Túnez. La excepción a esta tendencia es Chad, donde el árabe no es la lengua mayoritaria, pero sí funciona como una lengua franca.
El caso del suajili es muy particular. Es una lengua de origen africano, perteneciente a la familia bantú, dentro de la macrofamilia Níger-Congo. Procedente de la costa este del continente, en realidad, los hablantes nativos de esta lengua representan un porcentaje muy pequeño. No obstante, hasta el 80 % de la población de Tanzania usa el suajili como segunda lengua, y algo similar ocurre en los países en los que es oficial (además de Tanzania, Kenia, Ruanda y Uganda).
Su uso como lengua franca es anterior a la época de la colonización, ya que era una lengua habitual en el comercio de la costa este. No obstante, fue a partir del siglo XIX cuando el suajili se convirtió en lengua franca de una parte muy amplia del continente y en el idioma indígena más hablado y con mayor presencia institucional.
Además de las lenguas anteriormente mencionadas, en África hay un número importante de lenguas que también tienen estatus oficial, a menudo compartido con los idiomas anteriores. A excepción del español, que también es una lengua colonial oficial en Guinea Ecuatorial, se trata de idiomas indígenas que constituyen las lenguas maternas de una parte importante de la población de estos países.
La macrofamilia Níger-Congo es el grupo lingüístico con más representantes entre las lenguas cooficiales de los países de África. Son los casos del setsuana en Botsuana, el kirundi en Burundi, el sesoto en Lesoto, el kinyarwanda en Ruanda y el suazi en Suazilandia.
Tres lenguas criollas tienen también estatus oficial en África. Son el criollo mauriciano en Mauricio, el criollo seychelense en Seychelles y el sango en la República Centroafricana. Las lenguas criollas son el producto de la fusión progresiva de dos lenguas en contacto. Se producen habitualmente como consecuencia de la colonización de un territorio. Tanto el criollo mauriciano como el seychelense tienen de base el francés, mientras que el sango tienen como base las lenguas ubangi y es, por tanto, una excepción entre los criollos, que normalmente parten de idiomas europeos.
En tres países son cooficiales lenguas que no pertenecen a estas filiaciones. En Argelia, además del árabe, son oficiales las lenguas bereberes, una familia lingüística que se habla en distintas zonas del Sáhara. El malgache es una lengua austronésica emparentada con las lenguas del sudeste asiático y Oceanía, y es oficial en Madagascar. Perteneciente a la familia afroasiática, el somalí es oficial en Somalia junto al árabe.
Los casos de Sudáfrica y Zimbabue son curiosos, ya que cuentan con más de diez lenguas oficiales cada uno. Además del inglés, en Sudáfrica son oficiales el afrikáans, un criollo con base neerlandesa y las siguientes lenguas de la macrofamilia Níger-Congo: ndebele, soto del norte, soto, suazi, tsonga, tswana, venda, xhosa y zulú. Las lenguas oficiales de Zimbabue ascienden a dieciséis: son el inglés, las nigerocongolesas chewa, chibarwe, kalanga, nambya, ndau, ndebele, shangani, shona, soto, tonga, setsuana, venda y xhosa, el koisan (probablemente una lengua de la familia khoe) y una lengua de signos.
En el cuerno de África se dan dos casos especiales y distintos del resto. En Etiopía, la única lengua oficial es el amhárico, de la familia semítica y lengua materna de gran parte de la población. Eritrea, por su parte, es el único país de África que no contempla ningún idioma como oficial.
Además de todas las anteriores, en muchos casos los países de África se determinan una serie de lenguas nacionales que, aunque no tienen estatus oficial, están reconocidas y su uso se promueve en mayor o menor medida dependiendo del país. Estos idiomas son, muy habitualmente, las lenguas maternas de los grandes grupos étnicos que pueblan el continente.
En la constitución de la República del Congo se establecen el lingala y el munukutuba como lenguas nacionales, ambas lenguas bantúes de la macrofamilia nigerocongolesa. El lingala también es lengua oficial de la República Democrática del Congo, junto con el kikongo, el suajili y el tshiluba. El hausa es una lengua chádica con más de veinte millones de hablantes nativos y funciona como lengua franca en buena parte del África occidental. Es la lengua nacional de Níger y también de Nigeria junto con el igbo y el yoruba, otras dos lenguas que superan los veinte millones de hablantes. El yoruba también es lengua nacional en Benín, junto con el fon y el fula.
Hay cuatro países que cuentan con más de diez lenguas reconocidas como nacionales. Senegal es uno de estos casos, y entre sus idiomas nacionales se encuentran el wolof, con millones de hablantes nativos y funciones de lengua franca; el dialecto árabe hassaniya, y las lenguas nigerocongolesas bantala, jola, mandinka, mandjak, mankanya, noon, pulaar, serer y soninke Guinea Ecuatorial cuenta con diez lenguas nacionales (fang, bubi, benga, ndowe, balengue, bujeba, bissio, gumu, pichinglis, un criollo con base inglesa y fa d’ambô, un criollo con base portuguesa), mientras que en el caso de Malí el número asciende a doce (bomu, tieyaxo bozo, toro so dogon, maasina fulfulde, árabe hassaniya, mamara senoufo, kita maninkakan, soninke, koyraboro senni, syenara senoufo, tamasheq y xaasongaxango).
El caso más particular es el de Sudáfrica, ya que en su constitución se contempla la protección de un gran número de lenguas habladas en diversas comunidades de todo el país. Esto incluye idiomas con origen europeo como el alemán, el griego y el portugués, pero también un gran número de lenguas procedentes de la India. De familia indoeuropea, el gujarati, el hindi y el urdu, y las dravídicas tamil y telugu. Además de estas, se incluyen el árabe, el hebreo y el sánscrito como lenguas litúrgicas.
En Kenia no se hacen explícitas cuáles son las lenguas nacionales, a pesar de que se pide su protección. En cualquier caso, las mayoritarias son el gikuyu, el kamba, el luo y el kalenjin. Las dos primeras pertenecen a la familia Níger-Congo, mientras que las dos últimas están emparentadas con las lenguas nilo-saharianas.
A través de observar las lenguas que los estados del continente africano reconocen, ya sea como oficiales o como lenguas nacionales, es evidente que la diversidad lingüística de África es enorme. Según diferentes estudios, el número de lenguas habladas en este continente oscila entre las 2000 y las 3000 lenguas distintas. Algunas de estas lenguas se encuentran en un estado muy precario, y de ellas decimos que se encuentran en peligro de extinción. Esto ocurre cuando se prevé que la lengua deje de estar en uso en las próximas generaciones.
Puesto que hay muchas lenguas en África que no están documentadas, nos vemos ante la situación de que, si llegaran a desaparecer, no se convertirían en lenguas muertas (como pueden ser el latín o el griego clásico), sino que serán lenguas extintas, ya que no será posible ponerlas en uso porque no existirá conocimiento en el mundo disponible para hablarlas o aprenderlas. La Encyclopedia of the World's Endangered Languages, de Routledge, ofrece una lista de un total de 184 lenguas que se encuentran en peligro en África. Según la base de datos de Ethnologue, los países con mayor número de idiomas en peligro de extinción se encuentran precisamente en este continente: Nigeria y Camerún. No resulta sorprendente, ya que se trata de dos países con una enorme diversidad lingüística y podemos contar por cientos los idiomas que se hablan, de los cuales más de diez se encuentran amenazados.
El yangkam en Nigeria tiene una comunidad lingüística muy envejecida y con menos de un centenar de miembros en la actualidad. En Camerún, muchas de las lenguas en peligro se están abandonando en favor de lenguas francas como el fang o el fulfulde. En la República Centroafricana se hicieron estudios a mediados de los noventa del siglo pasado que ya alertaban de la existencia de lenguas con algunos cientos de hablantes, como el geme o el birri, pero también de otras que apenas contaban con quince hablantes y cuya extinción es inminente (bodo). Algo similar ha ocurrido con el yaaku y el omótico en Kenia, y con al menos seis de las lenguas en peligro de Chad.
Estos son los casos más graves, pero otras lenguas no están tan lejos de la desaparición, aunque sus números sean superiores. En Ghana, por ejemplo, solo quedan unos 6000 hablantes de ahlon, y en Nigeria ya solo hablan bete unas 3000 personas. Esto muestra que no podemos atender solamente a los casos más extremos, sino que es necesario estudiar las causas para poder intervenir ante esta pérdida constante de patrimonio cultural.
Resulta fundamental comprender cómo se produce la muerte lingüística. Es revelador y no solamente es útil en términos ecolingüísticos, sino que puede ser también un indicador importante de la situación social y política del continente.
Una de las causas de la muerte de las lenguas se debe a la falta de relevo generacional. Sin embargo, según la Encyclopedia of the World's Endangered Languages, esta no es la principal causa de extinción de lenguas en el continente africano. No obstante, sí existen algunos ejemplos. Tal es el caso del goemai, una lengua hablada en Nigeria. A pesar de sus 150 000 hablantes, parece que apenas hay ya transmisión de la lengua en las nuevas generaciones, por lo que podría no sobrevivir mucho más.
Igualmente, tampoco parece que la desaparición de la comunidad de habla sea ya una de las causas de la muerte lingüística. Sí era una causa determinante durante el apartheid, cuando se exterminaron grupos étnicos en el sur del continente, cuyas lenguas se han perdido para siempre. La principal causa de muerte lingüística en África, a día de hoy, es la sustitución de los usos de una lengua por otra. Esto se debe a la notable situación de diglosia provocada, por una parte, por las lenguas coloniales y, por otra, por las lenguas francas. La diglosia es un fenómeno que se produce cuando dos o más lenguas que conviven en una región tienen una distribución desigual de sus usos. El caso más típico es que una de las lenguas se seleccione en los usos formales, mientras que la otra queda relegada al ámbito privado.
Partiendo de esta situación, la muerte lingüística puede producirse cuando una de las lenguas comienza a usurpar los usos que tradicionalmente han pertenecido a la otra. Este proceso se lleva a cabo por varios motivos. Uno es, sin duda, el prestigio y el poder inherente que se otorga a determinadas lenguas, que en África particularmente se identifica con las lenguas coloniales de origen europeo. En otras ocasiones, el cambio se debe a una cuestión de pragmatismo que da preferencia a las lenguas con mayor número de hablantes.
Muchas de las lenguas que se encuentran en situación de peligro en África están expuestas a una fuerte diglosia que limita sus usos cada día. En Tanzania hay varios idiomas en esta situación. El alagwa convive habitualmente con el rangi, que es lengua franca en la zona y cada vez sustituye más usos del alagwa. El doe, por su parte, se ve amenazado por el suajili, la lengua de origen africano más usada como segunda lengua en el continente. Ambas tienen alrededor de 10 000 hablantes, pero a pesar de este número su peligro es real, ya que cada vez se utilizan menos.
Otro de los motivos por los que se produce la muerte de lenguas en África son los movimientos poblacionales. Las comunidades de habla del aka y el baka, en Camerún, rondan los 30 000 miembros cada una. No obstante, podemos considerar que se encuentran en peligro debido a que sus hablantes se están desplazando desde los bosques del país hasta asentamientos poblacionales cercanos, produciendo un cambio brusco en su estilo de vida que incluye la asimilación de las lenguas mayoritarias de los nuevos lugares en los que residen. Estos movimientos, que se producen especialmente del ámbito rural al ámbito urbano, tienen consecuencias lingüísticas y favorecen, nuevamente, a las lenguas mayoritarias y de prestigio.
Algunas consecuencias de la situación lingüística actual en África
Esta complicada situación hacen que muchos idiomas africanos, los originarios de este continente, se encuentren en peligro o vayan a estarlo en el futuro. No obstante, ya podemos comprobar cuáles son algunas de esas consecuencias, que se dejan ver sobre todo en la creación de nuevas lenguas y en el auge de las nuevas tecnologías.
Existen dos términos en lingüística usados para denominar a los resultados de la confluencia de dos lenguas. Este tipo de lenguas surgen, especialmente, en el contexto colonial. Son, por lo tanto, una consecuencia inevitable del contacto entre lenguas con diferente poder y prestigio.
Aunque no todos los expertos están de acuerdo, en términos generales podemos decir que un pidgin es una lengua simplificada que toma elementos de la lengua colonial y los adapta, en una cierta medida, a las características de las lenguas regionales. Los pidgins se utilizan tan solo como una vía de comunicación entre comunidades muy distintas (colonos e indígenas) y, por lo tanto, tienen unas características morfosintácticas más sencillas que las de las lenguas naturales.
Es importante no confundir un pidgin con una lengua franca. Las lenguas francas son, precisamente, lenguas naturales que se usan como segunda lengua en comunidades cuyos miembros tienen lenguas maternas distintas. Es el caso del suajili en buena parte de África o del inglés en términos globales. También hay que distinguir los pidgins de los préstamos habituales de vocabulario entre lenguas o de la influencia de un idioma sobre otro en situaciones de contacto. En estos casos no se produce un nuevo código comunicativo, sino que se modifica ligeramente un código ya existente.
Las lenguas criollas, por su parte, son la consecuencia de la adopción del pidgin como lengua propia de una comunidad concreta. Es decir, cuando el pidgin deja de ser una lengua vehicular y toma usos de la esfera privada. Cuando las nuevas generaciones de una comunidad tienen un pidgin como lengua materna, este desarrolla la complejidad morfosintáctica y pragmática necesaria para que un idioma pueda satisfacer todos los usos propios de una lengua materna. Así nacen las lenguas criollas.
Debido a las características idiosincrásicas de la situación sociolingüística del continente africano, se da la situación de que, a pesar de que existe un gran número de pidgins en el continente, hay pocas lenguas criollas en comparación. Es habitual que los individuos de las regiones que tienen mayor diversidad lingüística del mundo estén acostumbrados a manejar varias lenguas y cambiarlas según el uso. Este es uno de los motivos por los que resulta más complicado que un pidgin se convierta en lengua criolla.
Esta es una muestra muy clara de cómo el prestigio y el poder sociocultural de las lenguas coloniales tienen un impacto directo en el panorama lingüístico de los idiomas de África. Puede llegar a afectar hasta el punto en el que se crean nuevas entidades lingüísticas que, en algunos casos, llegan a sustituir a las lenguas autóctonas. Debemos tener en cuenta esta demostración de que los contactos lingüísticos en situación de desigualdad pueden afectar negativamente a las lenguas minoritarias a la hora de diseñar y defender nuevas políticas lingüísticas más sostenibles, pensadas para proteger la diversidad cultural.
La expansión de las grandes ciudades en África tuvo lugar a finales de la era colonial y lleva unas décadas viviendo un momento de crecimiento exponencial. Las consecuencias derivadas de este nuevo panorama urbano del continente se dejan notar en distintos ámbitos, que incluyen, sin lugar a dudas, el lingüístico.
El multilingüismo inherente al continente africano se refleja en la constitución del panorama lingüístico de las grandes ciudades. Estas se nutren especialmente de gente que se desplaza desde el ámbito rural hasta las grandes poblaciones, de forma que su procedencia es múltiple y diversa. Así es como la configuración cultural y lingüística de la ciudad se complementa con elementos de todo el país. Los idiomas que componen la situación lingüística de la ciudad son tanto códigos propios de la urbe como variedades urbanas de otras lenguas que se hablan en el país en cuestión.
Estas lenguas entran en conflicto en dos frentes distintos. Por una parte, hay estratos poblacionales que consideran la vida urbana como una traición a la vida tradicional africana, por lo que el prestigio asociado a las grandes ciudades no es tan rotundo en África como en otras partes del mundo.
Por otra parte, el declive del poder de la élite hablante de lenguas coloniales en favor de los nuevos empresarios urbanos, de habla indígena, pone en jaque el prestigio que las lenguas europeas ostentaban hasta hace unas décadas y convierte a los idiomas originarios de África en un símbolo del nuevo poder económico en la época poscolonial.
Las consecuencias de esta situación en las lenguas concretas son varias. Pueden darse casos en los que lenguas minoritarias dejan de transmitirse de generación en generación en aquellas ciudades en las que hay lenguas francas con mucha presencia, como es el caso del wolof en Dakar. Esta situación pone en evidencia que, en la actualidad y a pesar del imperialismo lingüístico de las lenguas europeas, en realidad, las lenguas minoritarias de África se encuentran más amenazadas por otras lenguas vernáculas mayoritarias que por las lenguas coloniales.
Otro aspecto que tiende a ocurrir es que los hablantes de lenguas muy emparentadas entre sí se junten en zonas concretas de la ciudad y terminen desarrollando una variedad que recoja los elementos lingüísticos más notables de la familia de lenguas para comunicarse entre sí, como una especie de koiné.
En relación con los movimientos poblacionales, las consecuencias ecolingüísticas de la migración africana a Occidente todavía están por considerarse y podrían arrojar tanta luz como lo han hecho los estudios sobre las migraciones internas en el continente.
La situación de prestigio de las lenguas europeas en África está cambiando en los últimos tiempos, tal y como se apuntaba anteriormente. En la época colonial y en las décadas posteriores a ese momento histórico, el poder de las lenguas coloniales era indudable. Durante mucho tiempo han sido las lenguas en las que se educaba en los colegios y eran los idiomas utilizados en las esferas de poder: la administración gubernamental, los medios de comunicación y la élite económica. Además de esto, todavía hoy son las lenguas europeas las grandes protagonistas de los programas universitarios en los centros educativos superiores de África. Debido a esto, se estableció una élite que se mantuvo en el poder y cuyo símbolo eran las lenguas europeas. Esta élite se contraponía al resto de la población, alejada del conocimiento de estos idiomas y de lo que ello implicaba en términos sociales, culturales y económicos.
Esta situación de desigualdad en cuanto a la consideración de las lenguas coloniales frente a las lenguas originarias de África es lo que conocemos como imperialismo lingüístico. Esto producía una tendencia en la cual los grupos de prestigio identificados como los hablantes de los idiomas introducidos con la colonización continuaban beneficiándose de los recursos culturales y económicos a costa de una población indígena cuyas lenguas, a pesar de ser mayoritarias, se veían minorizadas al estar relegadas de los ámbitos de poder.
Esta situación ha empezado a cambiar en las últimas décadas debido a diversos factores. Por una parte, la menor influencia de los países colonizadores en el continente africano ha favorecido el cambio que está sustituyendo, poco a poco, las lenguas europeas por las lenguas vernáculas en la política y los medios de comunicación. Además, la élite universitaria está de capa caída como consecuencia de la incapacidad de la universidad para ofrecer una empleabilidad segura a sus alumnos graduados. La expansión de las grandes ciudades africanas, con el multilingüismo que ello conlleva en los entornos urbanos, hace que cada vez más lenguas regionales se relacionen con la bonanza económica de la urbe.
Dada esta situación, cabe preguntarse si la presión ejercida por las lenguas europeas sobre los idiomas africanos está llegando a su fin. En este sentido, es necesario plantearse cuál es el panorama lingüístico que nos ofrecen las nuevas tecnologías y, particularmente, Internet.
No es ningún secreto que las nuevas tecnologías son fundamentales en el siglo XXI y constituyen uno de los pilares del mundo contemporáneo. El acceso al conocimiento y la automatización de las tareas diarias que nos permiten las nuevas tecnologías son elementos fundamentales para el progreso en la actualidad. Es evidente que, al igual que está cambiando el poder de las lenguas europeas en el ámbito político, paralelamente, las nuevas tecnologías están adquiriendo prestigio cultural y científico en todo el mundo. ¿Cabe la posibilidad de que el imperialismo lingüístico de las lenguas europeas deje de producirse en los ámbitos legislativos y administrativos para imponerse en el mundo de las nuevas tecnologías?
La cantidad de personas que utilizan Internet en todo el globo aumenta año tras año hasta el punto de que, a día de hoy, la mitad de la población de la tierra tiene acceso a las nuevas tecnologías. No obstante, Internet sigue siendo eminentemente anglófono. Particularmente, de las diez lenguas más habladas en Internet, ninguna de ellas es originaria de África, aunque la mayoría sí se contemplan como lenguas oficiales en la mayoría de estados del continente. Además, el contenido en estos diez idiomas supone más del 80 % de la totalidad de la red.
Así pues, no solamente las lenguas minoritarias están pobremente representadas en la red, sino que incluso lenguas mayoritarias pero sin poder en occidente también escasean en el ámbito de las nuevas tecnologías. Esto obliga, por una parte, a millones de personas en todo el mundo a conocer la lengua inglesa para poder navegar por buena parte de la red. Y, por otra parte, implica una desigualdad a la hora de acceder a los recursos culturales y científicos que castiga a las comunidades que se resisten a la occidentalización.
Pero las nuevas tecnologías también nos ofrecen herramientas para luchar contra el nuevo imperialismo lingüístico instaurado en la red. Por una parte, hay que señalar que existe una tendencia a mejorar la presencia de nuevas lenguas en Internet y, desde sus inicios, el inglés no ha hecho más que bajar su porcentaje de contenidos en la red respecto a las páginas de nueva creación. Por otra parte, las nuevas tecnologías nos permiten documentar lenguas y desarrollar aplicaciones que facilitan su uso y difusión. Los diccionarios en línea, los traductores, las expresiones culturales que quedan recogidas en multitud de formatos (texto, vídeo, audio, etc.) y la simple creación de contenido en una lengua minoritaria son armas fundamentales para luchar contra la pérdida de patrimonio cultural que conlleva la globalización.
Paradójicamente, esto no le ha pasado desapercibido a las grandes multinacionales de la comunicación, que cada vez lanzan más iniciativas para traducir sus plataformas y hacerlas más accesibles a usuarios de todo el globo. El multilingüismo de Internet puede y debe convertirse en un reflejo de la diversidad lingüística de África y del planeta. Esta es la manera de combatir el monopolio sobre los recursos culturales que todavía ostentan las lenguas europeas y que continúa evitando que las comunidades de habla de las lenguas originarias de África se desarrollen en igualdad de condiciones y tengan un acceso igual a estos recursos.
Además de esto, también es una gran herramienta para combatir la muerte de lenguas en el mundo y, en el peor de los casos, su extinción. Esto se debe a que favorece la documentación de los idiomas que todavía no están estudiados y el conocimiento sobre la diversidad lingüística del mundo. Hacer de Internet un lugar más acogedor para las lenguas de África es una de las principales iniciativas que existen para reivindicar y proteger la compleja diversidad lingüística del continente en el mundo en el que vivimos.