El idioma ruso es la lengua oficial de la Federación Rusa y países como Bielorrusia, Kirguistán y Kazajistán.
Su uso también es muy frecuente en Ucrania y algunas provincias de Georgia, Estonia y Letonia. El motivo no es otro que su antigua pertenencia a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), desaparecida en 1991 y que estaba compuesta por 15 repúblicas (algunas de ellas, con su propio idioma nacional, regional o dialecto).
Casi 300 millones de personas hablan ruso en todo el mundo. De ellas, alrededor de 170 millones la consideran su lengua materna y 119 millones son ciudadanos rusos.
Cabe destacar también que el idioma ruso es uno de los aceptados en Naciones Unidas, junto al español, árabe, francés, inglés y chino mandarín. Se trata de la lengua de origen eslavo más hablada del planeta.
La expansión de este idioma está vinculada a la historia de Rusia.
Obviamente, es la lengua madre y oficial de este país oriental, pero también es influyente en países que estuvieron bajo dominio del Imperio Ruso primero, y de la Unión Soviética después.
Pese a que cada república tenía su propio idioma o dialecto, el ruso se impuso como idioma de prestigio. Esa fue la tónica general durante 7 décadas y hasta la desintegración de la URSS, en 1991.
Las naciones que se independizaron recuperaron sus propios lenguajes, pero no lograron (y todavía no lo han conseguido) deshacerse de tantos años de pensamiento en el idioma que les impusieron desde Moscú.
Una de las principales dificultades que se deben afrontar cuando una persona decide aprender ruso es el alfabeto cirílico.
El actual alfabeto consta de 33 letras y es una versión mejorada del tradicional cirílico. Se trata de un alfabeto creado en el siglo X por un misionero bizantino. Se fundamenta en el alfabeto griego, aunque incluye otros elementos del glagolítico, (el alfabeto más antiguo de origen eslavo) como los sonidos (exclusivos de esta zona de Europa Oriental).
Entre las lenguas más conocidas que utilizan este tipo de letras, además del ruso, se encuentran el búlgaro, ucraniano y serbio; aunque también destacan otras, quizá más desconocidas en Occidente, como el kazajo, komi y tayiko.
Se dice que la primera vez que se utilizó el alfabeto glagolítico fue para redactar una Biblia del siglo IX. Fue a cargo de los santos Cirilo y Metodio, que eran dos misioneros del Imperio Bizantino. Según los expertos, se trataba de una Biblia escrita en un antiguo dialecto eslavo que se hablaba en la localidad griega de Tesalónica. Fue utilizado por la Iglesia Ortodoxa Rusa durante 4 siglos. En concreto, del IX al XII. Su uso se suspendió en torno al siglo XIV, cuando las autoridades ortodoxas apostaron por el eslavo eclesiástico.
Las mayores preocupaciones del estudiante de ruso pasan por controlar los casos. Es decir, las declinaciones de la lengua, que tienen que ver con los distintos usos gramaticales de este idioma eslavo.
Sucede lo mismo con el idioma alemán, aunque las dificultades en ruso se multiplican. En concreto, las declinaciones tienen que ver con los casos nominativo (cuando se hace referencia a la palabra sin declinar), genitivo (en español, sería el uso de una preposición más una palabra y denota pertenencia a algo o alguien), dativo (es el complemento indirecto en la lengua española), acusativo (el objeto directo), instrumental (el objeto con el que se lleva a cabo una acción) y preposicional (cuando se hace mención a una persona, una cosa o un lugar).
Controlar estas declinaciones es lo que mayor tiempo llevará a un estudiante de ruso.
Los diminutivos en el idioma ruso son otros de los aspectos que más quebraderos de cabeza conllevan a la hora de estudiarlo. De todas formas, basta con conocer los sufijos que implican disminución de la palabra que se va a utilizar, al igual que sucede en castellano. La dificultad deriva del alfabeto cirílico. Tanto de su lectura como de su escritura.